
Bacha posh
Una bacha posh, una “niña vestida de niño” es un fenómeno difícil de entender aquí, en Occidente. Podríamos decir que es una niña que se hace mujer al tiempo que vive como un hombre, estudia, hace deporte, juega como juegan los jóvenes hombres. Ni siquiera tiene que agachar la mirada cuando se cruza con uno de ellos. Yergue la espalda, como hacen todos. Y todos lo aceptan, porque lo saben. O casi todos. Vecinos, comerciantes, estudiantes, la gente de la calle. La decisión es un pacto entre ellos y esas personas, el matrimonio, que no ha sido bendecido con un hijo varón.
Pero la biología sigue su curso. Se ensanchan las caderas, se abultan los pechos, aparece la menstruación. Aunque no en todos los casos. El entorno y la influencia familiar tienen su parte importante. Muchas se quedan a medias. Pareciera que su organismo luchara contra el proceso natural. Los pechos no se desarrollan, ni las caderas. La menstruación se demora. Se agrava la voz, casi hasta alcanzar la tesitura de un hombre.
O totalmente como un hombre.
Estas mujeres, apremiadas por los padres para casarse “antes de que se pierdan”, no saben muchas lo que son. Un hombre. ¿Cómo es un hombre? ¿Y una mujer? Unas aceptan, vuelven a vestirse con ropa de mujer, aprenden a maquillarse, a pintarse la cara, retoman la costumbre de agachar la cabeza. Otras no. Se resisten. No quieren perder los privilegios del hombre, quieren salir a la calle solas, sin su mahram (su vigilante masculino), mirar desde lo alto, vestir ropa cómoda. Y trabajar. Muchas de ellas son bacha posh porque está mal visto que una mujer trabaje. Y hay que comer. Pero las hay para quienes trabajar no es lo importante. Son bacha posh porque se dice que si una hija se viste de hombre el próximo niño que nazca será un varón. También se dice que las embarazadas que cruzan por debajo de un arcoíris darán a luz un varón.
El mundo de estas mujeres es un mundo de referencias equívocas. Un mundo desestructurado. Niñas que crecen como hombres que vuelven a ser mujeres para vivir con un hombre. Muchas no lo soportan. Sin referencias, es imposible vivir. Se queman. Se vierten a la cara el aceite hirviendo. Se resisten a ser deseadas. Prefieren morir.
Otras viven. Fabrican sus propias referencias, o aprenden a vivir sin ellas. Prefieren no ser hombres, no ser mujeres. Prefieren no ser nada. Les es suficiente con trabajar, con caminar con la cabeza erguida. No quieren más.
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